domingo, octubre 29, 2017

En el baúl (I): Tu memoria

Guardo escritos que llevan años y años y a veces más años aún esperando en un baúl entre papeles a mano y a máquina o en las entrañas de discos duros que voy arrastrando de ordenador en ordenador ("disco duro antiguo / disco duro MUY antiguo / disco duro MUY MUY antiguo"...) Hace poco decidí que pretendo recuperarlos también aquí, en la que de alguna manera siento mi casa virtual. Rescatar todos esos trocitos de mí antiguos, encerrados en baúles con llave que voy a abrir para hacerles hueco con el resto de los trocitos que respiran aquí más libres... los relatos de cuando imaginaba historias que casi siempre hablaban de Yoes más o menos evidentes, los "poemas" de cuando me atrevía a llamarlos poemas sin comillas y ni me sonrojaba ni nada. Aquí va uno con el que no me resulta imposible del todo empezar:

TU MEMORIA

Dicen los que hoy quedan
que te fuiste,
que no estás.

Dicen
que marchaste lejos,
que hoy eres polvo
                  en la tierra seca.

Y te callan los que olvidan,
                           te esconden.

Yo...
no sé si estás,
si eres alma o polvo
                    o nada,
si nos miras desde lejos
                    o duermes...

Yo no sé...
pero no te callo,
no te escondo dentro,
                    donde nadie llegue,
no te oculto.

Al contrario,
te muestro como fuiste:
                      orgullosa,
                      sabia,
                      libre.

Que no nos mientan los que olvidan,
que no nos mientan...


[Escrito allá por septiembre de 2002, entre la rabia y el dolor de la pérdida de mi tía abuela, a quien sigo añorando hoy, a quien sigo buscando -y encontrando- cuando repito algunos de esos gestos de cariño con los que me cuidaba, esa mini albóndiga sin freír, esa cucharadita de huevo batido al hacer la tortilla francesa...]

jueves, octubre 12, 2017

Cuando mi ciudad se llena de mierda (sobre banderas, doces de octubre y demás)

Si vivís en el mismo país que yo y habéis salido de vuestra casa las últimas semanas; si habéis puesto más de tres minutos cualquier canal de televisión, sean o no programas de noticias; si habéis entrado en redes sociales; casi que si estáis mínimamente conectados con vuestro entorno (porque no se me ocurre cómo es posible escapar de esto), os habréis enterado: por lo visto, España se rompe y por lo visto también, a algunos les parece muy mal. Tan mal, tan mal, tan mal, que hace falta intercalar vivas a España a gritos en cualquier plaza, en cualquier terraza de un bar; hace falta ir sacando banderas españolas por las ventanas de los coches, o llevarlas a modo de capa, o vestir de rojigualda, decorar balcones, y ya de paso, insultar un poco -cuando no directamente apalear- a quien no comparta este amor desmedido por nuestro sacrosanto país, quien no piense que las fronteras están ahí perennes e indisolubles independientemente de lo que quieran elegir las gentes que las habitan (más cuando a veces habitarlas es bastante parecido a sufrirlas).  

La otra noche, ante la avalancha de banderas españolas en los balcones y comercios de mi barrio y muchos otros de mi ciudad, las que la gente lleva atadas al cuello, alguna suelta que hasta se cuela en algún grupo de wassapp donde estoy...  escribí un poquito sobre las sensaciones que estoy teniendo estos días, también explicando un poco de dónde viene que a algunas (a mí al menos) esta exhibición de patriotismo español exacerbado nos resulte súper agresiva, y nos resulte algo difícil de convivir con ella.

Hoy que es 12 de octubre (¡#NadaQueCelebrar!), he salido a la calle por la mañana y, visto lo visto, esta tarde mejor me quedaré en casa, escribiendo, leyendo, currando... Mi ciudad, mi barrio, están invivibles. Leía en Twitter a alguien decir que cuando ha visto a las masas de gentes por la calle ataviados con sus banderas, muy españoles y mucho españoles todos, ha recordado la escena de la estampida que pilla a Simba por sorpresa en El Rey León... yo quizá no sabría si decidirme entre esa escena y alguna de las hienas reunidas.

En fin, traigo aquí lo que ya compartí la otra noche en Twitter (disculpad la redacción, es un poco la que va saliendo al cortar los tweets en frases de 140 caracteres):

Llevo días pensando que menos mal que mis abuelos ya no viven. Ver su barrio de siempre, Chamberí, cubierto de estas banderas les habría roto. Ya les sobresaltaba en los mundiales de fútbol y se calmaban porque solo era eso, el Mundial, deporte, tal... y había muchas menos que ahora. Ahora no hay excusa, es el patriotismo rancio de la misma derecha rancia que hace años les denunció por rojos y hoy anhela fusilamientos. AY.

Suerte que ya no estáis aquí, abuelo, abuela, y no tenéis que volver a sentir ese miedo a nuestros / vuestros vecinos. Vivir con miedo... 

No lo entenderíais, pobres. Pensaríais cómo es posible que andemos otra vez igual. Gente cantando el cara al sol y fascistas apaleando.

Cuando la gente jalea a la policía o guardia civil con "a por ellos", yo pienso que sin ser catalanes, os sentiríais incluidos en la amenaza. Y es que lo estamos, estamos incluidas en la amenaza. Las republicanas, las rojas, las "perroflautas", las antifascistas. Cuando con "a por ellos" amenazan a independentistas, no os engañéis, nos amenazan también. Y la solidaridad con Catalunya no es por eso, pero... 

Esta España la querrán una grande y libre, pero tan grande no será cuando no cabemos ninguna. De Madrid tampoco. ¿Y libre? Nos quieren atadas.

Las mujeres del documental "Mujeres Republicanas", de Javi Larrauri, ellas sí fueron grandes y quisieron ser libres. El lugar en el que cupieron de esa España grande fue la cárcel.

Aquí os lo dejo también, por si queréis verlo directamente. Ojalá quedadas masivas para verlo, por ejemplo justo en días como hoy en los que este país, esta ciudad y hasta mi barrio -el mismo con el que me reconcilié desde ese domingo quincemayista que se quedó para siempre tanto tiempo- me dan TANTA vergüenza, esa que no sé definir si es vergüenza ajena (esto no tiene que ver conmigo, yo no soy así, no soy esta mierda patriótica que impone, amenaza, jalea, insulta, apalea, ...), o propia (no deja de ser mi barrio, mi ciudad, mi gobierno aunque yo votase otra cosa, mi país aunque a mí las fronteras me la chuflen bastante y, por lo visto, tenga bastante más cosas -y causas- en común con gente del otro lado de ciertas líneas del mapa).


En fin. AY :-(

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