miércoles, febrero 26, 2014

(Odiosas) Comparaciones

Sabes que cuando te comparas con el resto, tú y tu autoestima maltrecha salís siempre perdiendo. Que en ti, el "NoSoyCapaz" está siempre al acecho, dispuesto a saltarte encima al primer descuido, haciéndote flaquear. Que la sensación de seguridad, de satisfacción con lo que haces, con lo que creas... es una sensación demasiado esquiva, que no forma parte de ti de manera natural.

Con estos mimbres, mal apanyo se puede hacer. Y desde luego no son los mejores, ni es la mejor época, para meterte a un taller donde recibir continuas críticas -constructivas, pero críticas-, mirarte con una lupa y sacar errores a lo que haces, donde cada "estupendo" dirigido a ti suena forzado por la lástima, y cada palabra que escribes se agacha triste al ser comparada con el resto, con otras que saben, que pueden, que avanzan y te dejan atrás, que parten de posiciones ventajosas, que son lo que querrías ser y a donde no llegas. 

No, ahora no necesito esto. No necesito compararme continuamente, no necesito análisis concienzudo de lo que hago, no necesito agobios entre semana porque queda menos para el miércoles por la tarde. No. Yo nunca he escrito para otros, ni para forzar una creatividad o una imaginación que no tengo. Yo sólo me vuelco y me derramo para sentirme algo mejor, para dejar en la hoja o en la pantalla lo que rebota insistente por mi cabeza. No tiene que ser técnico, ni nadie tiene por qué venir de fuera a valorarlo. Siempre han sido palabras para nadie, para nada, gritos en silencio.

Adiós, taller de escritura creativa. No es el momento; no es por ti, es por mí. Adiós.

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viernes, febrero 21, 2014

Paredes blancas, mesas verdes (VIII)

En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.
(Albert Camus)

Voy recuperando fuerzas. Tras cuatro semanas y un día, nueva condena entre paredes blancas y mesas verdes, cada día que pasa me siento un poquito más fuerte, más tranquila y serena, más Yo. Ya se ha acabado el tiempo de estar aislada y voy enfrentando los días con mayor o menor éxito, sin armaduras y procurando no caer en las mil tentaciones que debo evitar porque alimentan a mi parte enferma y yo debo intentar apostar por la parte más sana.

Decía el médico que había hecho una elección por esa parte, la sana, la luminosa, una suerte de elección por la Vida. No soy consciente de haber hecho algo así, no sé bien qué ha cambiado por dentro y ha hecho que empiece a tener ganas de hacer algunas cosas, ganas de, Ganas de..., como la canción de Sabina. Ganas de estar bien, le decía el otro día a un buen amigo. 

Al no haber hecho nada conscientemente para mejorar la situación, no sabría replicarlo cuando en el futuro que implacablemente acabará llegando, vuelva a caer y el invierno se instale de nuevo dentro, fría, helada; y las ganas de hibernar sustituyan a estas ganas de estar bien. Al salir del entorno controlado lleno de mesas verdes entre paredes blancas me decían que no volviera... yo pienso que eso sería un suenyo imposible. Mi vida es un caer y un remontar poco a poco hasta la siguiente caída.

Y en esta caída, en estas profundidades invernales, lo único que sé que decidí en un momento dado, fue coger un libro de nuevo, uno de esa saga larga-larga que es Canción de Hielo y Fuego. Pendiente leer el tercero (y el cuarto y el quinto y los que habrán de llegar después) desde hace meses, no lo cogía porque con mi cuenta atrás particular en cualquier momento podía estallar la bomba y ¡zas! quedarse el libro a medias. Sin ganas de llegar a manyana, ¿por qué empezar un libro que sólo podría leer en unos cuantos manyanas y más manyanas? Pero un buen día de permiso en esas últimas cuatro semanas (y un día), decidí coger Tormenta de Espadas, tres volúmenes en bolsillo... Esa ha sido la única elección consciente que he hecho por algo que tiene que ver con lo luminoso que resistía en mí. Si eso inició todo lo demás, no lo sé.

Y ahora estoy aquí, intentando levantarme cada manyana a horas no demasiado intempestivas, intentando llenar mi tiempo con actividades, intentando construirme agarraderas para que cuando el viento sople no me tire al suelo a la primera. 

Porque el verano que quizás está naciendo por dentro es más bien frágil, al menos por ahora.

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